Felicidad

 Nada es para siempre.

Y buscamos cosas infinitas todo el tiempo.

No hay garantía de lo eterno. Pero sufrimos con cada final.

Morimos de miedo al pensar que las cosas y las relaciones terminan.

Los finales son tristes o felices?

Lo que termina, termina bien o mal?

Que utopía la del para siempre cuando lo único que nos hace es anhelar futuros inciertos, sabotear presentes y extrañar pasados que nunca fueron reales.

Que tortura a nosotros mismos olvidarnos que el hoy vale mucho más que toda la vida que suponemos que vendrá.

Estoy aprendiendo a ganarle a la ansiedad. A no suponer por demás. Agradecer esos instantes de plena felicidad en el mismísimo presente que suceden. 

Se puede ser feliz pensando en el ayer. En esas experiencias vividas, pero es una felicidad cautiva en recuerdos.

Se puede ser feliz imaginando sueños cumplidos y proyectando el futuro de tus sueños. Pero es una felicidad vacía de realidad.

La felicidad que importa reconocer es la felicidad presente y real. La felicidad de saborear la comida en el momento exacto en que ingresa en tu boca. No contando lo que comiste ayer o lo que probarás mañana.

Es la felicidad en el abrazo. En la carcajada. En la ducha caliente de cada mañana.

Combatir el miedo que nos da la incertidumbre y el querer controlar lo que sucederá.

Difícil. Forzoso. Una tarea de cada segundo. Un desafío en cada despertar. 

Hoy es el lugar donde debes encontrar tu felicidad.

No sigas esperando. No mires para atrás.

Quizá todo lo que nos enseñaron fue una gran mentira para distraernos de la maravilla de estar vivos cada día.

Quizá debamos volver a pensar desde cero. 

Qué te da felicidad? Lo sentiste hoy? Lo hiciste? 

Con quiénes compartís la felicidad? 

Lucho cada día con fantasmas de experiencias. Con desmentir esas voces en mi cabeza que solo conocen el dolor y el abandono.

No hay que esperar por una felicidad lejana.

La felicidad es presente. Sino es recuerdo o anhelo.

Y el presente, bendito regalo, si no es felicidad que no sea engaño.